Sénéquier

La historia de una terraza exclusiva

¿Qué entendemos por exclusivo? Quizás hemos encaminado mal el subtitulo de este artículo pero no vamos a cambiarlo. En Sénéquier nadie te prohíbe sentarte en su terraza, Sénéquier está abierto a todo el mundo. Quizás el precio no está abierto a cualquier cliente pero es el cliente quie decide siempre buscar un hueco en este bar que sobresale sobre el resto, no sólo por su llamativa y colorada tonalidad, también lo hace por su variopinta clientela. A su alrededor conviven una especie de “BeachClubs” sin playa. Locales donde predomina el color blanco y las luces de neon. En Saint-Tropez vale todo.

Sénéquier es un bar autoctóno, de los de toda la vida. Más de 120 años de historia de una familia que comenzaba en 1887 cuando Marie y Martin creaban su pastelería en la Place des Herbes, muy cerca del puerto donde ahora reside el actual bar-restaurante.

Sus pasteles se hicieron famosos pero era una especie de turrón blanco lo que volvía loco a los franceses y turistas. El pastel estrella era el Tropezienne, un pastel originario del propio Saint-Tropez, donde un pastelero polaco llamado Alexander Miccka abrió una pasteleria. Pizzas, croissants y demás pasteles, pero aquella especie de Brioche  relleno de crema conquistó a la propia Brigitte Bardott. Se grababa en 1955 “Dios creo a la mujer” y Saint-Tropez se volvió desde entonces muy conocida. Ese Tropezienne se reinventó en el propio Sénéquier.

Marie y Martin tuvieron dos hijos y fue su hija Casimire quién después de casarse en 1929, abrieron el actual Maison Sénéquier. 

En esta terraza escribió Jean Paul Sartre “Los caminos de la libertad” mientras tomaba su café. Picasso desayunaba para liberarse por momentos de las dos mujeres con las que compartía edificio, su mujer y su amante. Vuelvo a repetir, en Saint-Tropez vale todo.

Leonardo Di Caprio, el ya fallecido Karl Lagerfeld o el multimillonario Roman Abramovich entre otros. Sénéquier ha sido y es el refugio de cada uno de ellos. Un café por la tarde al módico precio de 8 euros, o un cocktail mientras cae el sol, el cual no se puede contemplar dada la altura de los yates que “aparcan” en su puerta. Yates con su alfombra bordada en la misma acera y sus dos azafatas uniformadas esperando la entrada del propietario. Sénéquier, la terraza exclusiva que todo el mundo visita.