Hospices de Beaune

La historia de un hospital a través de una subasta de vinos

Hablar de Hospices de Beaune es hacerlo de uno de los mejores borgoñas. Un vino conocido por todos los expertos del mundo vinícola y por los no tan expertos. Pero la tradición de este vino tiene su origen en la historia del hospital que lleva su nombre.

Era el año 1443 y el canciller del ducado de Borgoña, Nicolas Rolin fundaba este hospicio, una especie de casas públicas donde se acoge a enfermos sin recursos y donde se les mantiene con los recursos de donaciones de los ciudadanos entre otras. Una especie de hospitales, creados en una época complicada, al finalizar la Guerra de los Cien Años, un conflicto armado que duró 116 años entre Inglaterra y Francia.

El hospicio de Beaune es uno de los mejores edificios de la arquitectura del gótico final francés. Un edificio que ha sufrido reformas y se ha ido restaurando en estos cientos de años de historia, llegando a ser en la actualidad un museo y la sede de una de las mejores subastas del mundo del vino.

Nicolas Rolin, sabía que en el futuro no sólo se necesitaban los ingresos de los ciudadanos sino también un extra para poder mantener el funcionamiento y conservación del edificio. Un terreno de unas 50-60 hectáreas fueron suficientes para la creación de un viñedo que con el paso del tiempo se ha convertido en una de las mejores tierras del mundo. Unas tierras que han dado generación tras generación unos vinos muy valorados en el mundo vinícola. 

Todo comenzó en 1859, tan sólo hace unos 160 años, cuando la producción del vino permitía su venta en subasta, todo ello para lograr obtener un rendimiento económico de la misma y de esta forma acarrear con los gastos de las distintas reformas de un edificio emblemático. Más de 160 años después, se sigue celebrando cada tercer domingo del mes de noviembre, una subasta única, dirigida desde 2005 por la casa de subastas Christie´s. Es la gran cita anual del vino.

 

Son vinos supervisados por un enólogo, los cuales después de la fermentación son trasladados a barricas de roble nuevas. Los vinos subastados son del mismo año, vendidos por barrica.

La subasta cada año elige a un presidente de honor, en forma de homenaje. Personajes como el Duque de Kent, Barbara Hendricks o Rostropovitch han sido alguno de los elegidos.

Una subasta celebrada hasta el siglo XXI, únicamente para “negociants” del vino de Borgoña quienes días antes de la puja acuden a probar el vino que se va a subastar. De esta forma se hacen una idea del precio máximo de la puja. Una cata especial, ya que el vino se encuentra en plena fermentación maloláctica, algo que dificulta su cata.

Actualmente la puja esta abierta también a particulares, pero debido a que luego hay que confiar el vino a un “negociant” para envejercelo, es mejor que el mismo se encargue de todo desde el principio.

Albert Bichot es el comprador más importante de la subasta con 880 barricas en 10 años, todo un record.

Una de las mejores ediciones fue la de 2018 donde se recaudaron 14,2 millones de euros en un total de 843 barricas. El precio medio de una barrica de tinto fue de 20.535 euros mientras que la barrica de blanco estuvo en torno a 27.000 euros.

La puja final se utiliza usando la vela tradicional. Los compradores van haciendo sus ofertas mientras la vela se va consumiendo. El apagado de la vela, paraliza la subasta y marca la última puja como la ganadora.

 

 

Texto: DLM Magazine